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AÑO 2020

Recuerdo el año pasado, tomando las uvas, cómo pensé que el 2020, tan redondo, se las prometía a ser un Gran año. 

Y así ha sido, grande, protagonista e histórico. 

Recordado sin duda por el Coronavirus, con esta pandemia como telón de fondo. 

Hoy es 27 de Diciembre y acaba de comenzar la vacunación. Veía hoy por televisión a Araceli, esa señora nonagenaria santiguándose y ofreciendo el brazo, era la primera en hacerlo en España y formaba ya parte de ese momento histórico. “Es el comienzo de fin” decía de fondo la presentadora del telediario. 

Me gusta (y es tradición en mí) cada final de año, echar la vista atrás para hacer balance de las experiencias, aprendizajes, recuerdos, emociones, personas… que me ha aportado el año que ya termina. Dan fe de ello mis pacientes, ya que es un ejercicio que les invito a hacer desde la conciencia plena, como parte del proceso terapéutico. 

Hago el ejercicio mientras escribo estas líneas, paro, cierro los ojos y respiro conscientemente. Recordar este año me estremece el cuerpo, vienen a mi mente muchas imágenes… muchas… se agolpan a gran velocidad. Siento muchas emociones, de subida y bajada. Gran intensidad. 

Tardaré en olvidar aquel 13 de Marzo, que hoy me parece fue hace una eternidad. Nunca había vivido una situación, ni de cerca similar y mi mente racional no encontraba, echando la vista atrás, ningún aprendizaje o experiencia parecida para entender y actuar. Sentada en la consulta una gran pregunta resonaba en mi mente haciendo eco… “¡¿Qué está pasando?!” … me llegaron noticias de que iban a cerrar los colegios y sólo alcanzaba a pensar cómo se desarmaría la estructura social ante esa falta de conciliación. No era consciente de la dimensión global que estaba cogiendo todo en ese preciso momento. Y eso que tenía conocimiento de lo que había ocurrido en Wuhan y en Italia hacia unas semanas. Qué ingenua mi mente que no alcanzaba a entender. Llegó el 15 de Marzo, el estado de alarma y encerrarnos en casa. 

Y ahí comenzó toda una aventura: El confinamiento

El mismo para todos y tan dispar en el sentir. A muchos les sentó bien, les brindó una experiencia única a la hora de “bajar el ritmo”, de descansar, de estar con sus seres queridos, de organizar la casa, de hacer todo aquello que nunca tenían tiempo de hacer. Otros lo pasaron mal. La soledad. Las renuncias. La falta de libertad. Las ausencias. El aislamiento. 

Recuerdo la muerte, más cercana y presente que nunca. La gente muriendo en los hospitales en soledad. Sin sus seres queridos cerca. El miedo… 

Vienen a mi mente los aplausos de las 20h a los sanitarios, ver a los vecinos cada uno en su aislamiento, compartiendo ese momento, ese sentir común que me desgarraba el alma y a la vez me reconfortaba. 

Cómo olvidar las imágenes. Los pasillos abarrotados de gente, el Palacio de hielo lleno de cadáveres. El vacío. El silencio de las calles sin tránsito. 

Recuerdo la generosidad social, la solidaridad, la toma de conciencia de que era una pandemia global, y lo que ocurría aquí estaba pasando en todo el mundo, ¡Qué increíble dimensión! 

Y vaya respiro le dimos al planeta, el cielo, los bosques, el mar estaban más limpios que nunca. 

Recuerdo cuando empezamos a salir poco a poco, con las mascarillas, después de casi 3 meses encerrados. Descubrí como la Primavera había comenzado su despliegue de luz y color sin nosotros, que nos habíamos refugiado en casa cuando era invierno. Incluso vivimos un cambio de hora con el tiempo parado. 

Valorar. Crear una nueva rutina. Agradecer. Observar. Parar. Pensar. Echar de menos. Sentir todo mucho más intensamente. 

Y volvimos a la vida, poco a poco, todo tan diferente a lo que conocíamos. Despacio, con prudencia y responsabilidad. Cuando tomaba perspectiva me parecía estar dentro de una película de ciencia ficción. Pensaba “¡Estamos en el futuro!” ese futuro del 2020 que pensaba cómo sería allá cuando vivía sin móvil ni internet en 1990… 

Gente con mascarilla, distancia social, hidrogel, seguir aislándose… 

Aquí es donde cobra sentido la palabra RESILIENCIA. Siento cómo este año no ha sido malo para mi, ha sido un año muy intenso, que me ha fortalecido ante la adversidad, me ha aportado crecimiento personal y muchísimo aprendizaje. Nuestra capacidad de ADAPTACIÓN ha aumentado, situándonos en una flexibilidad necesaria para manejarnos en la incertidumbre. Toca AGRADECER tener salud, vivir, los gestos sencillos. 

Echo de menos muchas cosas: Viajar, compartir momentos sociales, estar tranquilamente con la familia, con los amigos, ir al teatro a algún concierto, respirar hondo y fresco sin mascarilla, ver la cara de la gente… 

Echo de menos las sonrisas. Echo muchísimo de menos abrazos. 

Conversaba el otro día por teléfono con un buen amigo que es médico, compartíamos nuestras preocupaciones e inquietudes ante lo que viene después, no sólo a nivel económico sino las secuelas de enfermedades físicas y mentales que traerá la post pandemia. Me habló de un fenómeno que desconocía y se llama “Hambre de piel”. 

Es un término de uso común para hablar acerca de la privación de afecto que está asociado a daños físicos y psicológicos de nuestra salud. 

Explicaba a la Vanguardia James Coan, profesor de la Universidad de Virginia, que “cuando tomamos la mano de una persona, disminuye la actividad de las regiones cerebrales que reaccionan ante el miedo”. Ese pequeño gesto!. “Un apretón de manos relaja el cuerpo” genera oxitocina y “si sostenemos la mano de un ser querido nos sentiremos más protegidos frente al peligro y notaremos alivio inmediato”. 

“Hambre de piel” es un término mucho más amplio e interesantísimo en estos tiempos que corren. 

Nuestro sistema inmunológico se debilita sin contacto físico. ¡Justo ahora que necesitamos estar fuertes!. Necesitamos más que nunca la expresión afectiva, el contacto humano, y eso que las plataformas de comunicación, pantallas, internet y RRSS han ocupado un lugar clave en nuestra comunicación e interacción social en este contexto, pero nunca podrán reemplazar un abrazo, una mirada, la presencia, sentir una caricia... 

Me planteo un gran interrogante: ¿Qué pasará cuando todo esto haya pasado de verdad? Cuando ya no necesitemos mascarillas, cuando no haya peligro se transmisión. 

¿Seguiremos manteniendo la distancia social y el aislamiento emocional por inercia? ¿Lo hemos aprendido e interiorizado? 

Bienvenido 2021. 

Te espero con esperanza e ilusión.

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